Mi madre me decía que, cuando era niña, yo corría muy rápido: a la escuela, a casa, a todas partes. Y aún hoy es verdad.
Antes de mi retiro como neurorradióloga, trabajaba y me entrenaba en un hospital que era muy famoso en el mundo por su excelente atención, especialmente en cirugías del corazón y tratamientos de cáncer que no se realizaban en otros lugares. Recibí todo mi entrenamiento en este hospital, llamado “Cleveland Clinic”, investigando condiciones inusuales de todo el mundo.
Antes del “9/11”, recibíamos pacientes que necesitaban guardaespaldas, acompañados por séquitos que incluían a príncipes o sheiks del Medio Oriente, quienes se sometían a diversos procedimientos. A veces, esta situación hacía que la atención al paciente fuera más complicada porque no estaba solo. Otras veces, surgían problemas debido a diferencias culturales, como cuando no se permitían mujeres a la vista del alto sacerdote de esa religión, o cuando los sirvientes encendían fuegos para cocinar en el piso de la sala de un paciente.
Sin embargo, desde la tarde hasta la noche, el departamento de radiología, ubicado en el sótano, quedaba tranquilo y casi abandonado, excepto por los aprendices como yo, que corríamos de un problema urgente a otro.
En esa época, yo vestía mi traje quirúrgico y, con mi cabello rojo largo flotando, me movía rápidamente por los pasillos. Una noche, alrededor de 1984, al girar en un pasillo del sótano, me choqué nariz con nariz con un paciente. A cada lado del paciente, había dos hombres fornidos vestidos de traje, que no parecían muy contentos. Inmediatamente retrocedí al reconocer al rey Hussein de Jordania. Aunque los hombres que lo custodiaban me miraron con sospecha, el rey, de manera muy caballerosa, inclinó su cabeza con una sonrisa y me dijo: “Perdóneme, señora.” No recuerdo exactamente qué respondí, pero creo que me disculpé y seguí mi camino con el corazón palpitante.
Se dice que no hay más de siete grados de separación entre cualquier persona en el mundo moderno. Ahora, queridos lectores, ustedes están a sólo un grado de separación del difunto rey de Jordania.
Alison Smith – Spanish learner